¿Sabemos lo necesario que es proporcionarles a los niños unas costumbres y hábitos saludables que colaboren en su desarrollo?
Muchos padres se dan por vencidos ante la determinación del niño, que se resiste a comer otros alimentos además de los ya conocidos.
Generalmente los padres sienten que su trabajo es hacer que los niños coman algo, pero en realidad su obligación es proporcionarles una variedad de alimentos nutritivos y hacer que los niños tengan contacto con ellos. Por algo sigue siendo noticia el aumento del sobrepeso en la población infantil y las enfermedades de los adultos son cada vez más sufridas por los niños.
La comida no es un premio, no es un castigo, y tampoco debe ser un desahogo a las tensiones de una persona. La comida debe tener su lugar, su hora, y su control. Los grandes responsables por el sobrepeso de un niño son sus padres, aquellos que determinan lo que se consume en la casa. Normalmente, sea por los errores, obsesiones, o por el desconocimiento y ignorancia de sus padres, los niños consumen más cantidad de alimentos de la que necesitan, y su alimentación es muy rica en grasas, azúcares, presentes en grandes cantidades de carne, en alimentos precocinados, y en los dulces y bollos.
Son niños que no consumen verduras, legumbres, frutas, ni pescado. A eso también se suma a que muchos niños ignoran y acaben saliendo de casa sin desayunar. En la última investigación acerca del sobrepeso en la infancia, entre otras cosas, se constató de que el 8% de los niños españoles acuden a la escuela sin haber desayunado. El desayuno es una de las comidas más importantes del día, y está directamente implicada en la regulación del peso.
Errores más comunes
Así que no está de más hacer una revisión a nuestra forma de hacer a la hora de alimentar a nuestros hijos y para ello, aquí te informamos los errores más frecuentes en la alimentación infantil, y son estos:
1. Leche de vaca. Es un error introducir esta leche en la alimentación de nuestro hijo antes de que cumpla el año, ya que lo más conveniente es que se alimenten con leche materna y si no es posible, con fórmula infantil, que a pesar de que está basada en la leche de vaca, está tratada y se le han cambiado los tipos de grasa, aumentado las proporciones de proteína, carbohidratos, vitaminas y minerales. Siempre nos han metido en la cabeza que la leche ayuda a crecer y fortalecer los huesos, y esto puede llevar a muchos padres a proporcionar un exceso de productos lácteos a sus hijos, siendo un máximo de tres las raciones diarias recomendadas. Los problemas que pueden surgir de esta sobrealimentación de lácteos son varios, como el escaso hierro que estos productos aportan así como la dificultad que produce el calcio para que el organismo absorba este necesario mineral. También los derivados lácteos son una fuente de grasas animales ricas en ácidos grasos saturados, restan apetito y pueden provocar dolor abdominal. No olvidemos que muchos de los postres lácteos aportan también una buena dosis de azúcares. Así que intentemos olvidarnos de dar flanes, natillas, etc., de postre a nuestros hijos, lo mejor es una pieza de fruta, precisamente la vitamina C ayuda a asimila el hierro de los alimentos que se han introducido en la comida.
2. Jugos envasados Un gran error es pensar (y creer en los anuncios comerciales) que dando un zumo envasado a nuestro hijo, estamos sustituyendo la ración de fruta. Ya un zumo natural priva al organismo de la fibra de la fruta, pues los zumos envasados además contienen azúcares y vitaminas artificiales. Se trata de un preparado muy energético que carece de nutrientes esenciales y que generalmente aportan mucho menos de un 10% de fruta. Ni que decir tiene que los refrescos no son nada recomendables.
3. Copos y cereales azucarados Otro tema es el desayuno y los cereales azucarados o chocolateados que tanto gustan a los niños hasta el punto de que consumen más de lo recomendado, sea por su sabor o por los dibujitos del envase. La verdad es que son golosos, pero a pesar de tener como base el trigo, el arroz o el maíz, están cargados de azúcar, miel o chocolate, lo que aumenta su energía pero no los nutrientes esenciales.
4. Productos de confitería y/o repostería Tampoco es beneficioso para los niños el consumo de bollería, pan de molde, etc. Son productos que por ser blanditos frenan su desarrollo bucodental, no trabajan dientes, mandíbulas, músculos de la cara y la masticación, no fortalecen sus dientes y encías y encima, al ser ricos en azúcares, propician la caries. También aportan grasas añadidas, así que nada mejor que tomar fruta y pan del día.
5. Impedir que los niños entren a la cocina Es lógico pensar que la cocina es un lugar peligroso para los niños. Hay cacerolas con aceite o líquido hirviendo, cuchillos y aparatos eléctricos, pero se ha comprobado que los niños que se involucran en la preparación de los alimentos están más dispuestos a probarlos.
6. Presionarlos para que prueben los alimentos Por lo general, es necesario presionar a los niños para que prueben algunos alimentos. Sin embargo, se ha comprobado que la insistencia de los padres hace que, de hecho, los niños rechacen esos alimentos. Lo mismo sucede cuando se les ofrecen premios por comer algunos platillos, pues los niños suelen poner dichos alimentos en la categoría de que “son tan malos que deben premiarme para que los coma”. La mejor conducta es animar al niño a que pruebe el alimento y no molestarse si el niño lo rechaza y no elogiarlo si lo come. En ambas circunstancias los padres deben mostrarse neutrales.
7. Mantener los alimentos que le gustan lejos de su alcance Si los padres ponen algún alimento fuera del alcance del niño, éste automáticamente lo deseará más. Para comprobarlo, un grupo de investigadores puso cierto alimento en platos, al alcance del niño y en otro grupo de niños los pusieron en frascos cerrados, fuera de su alcance. Cuando les permitieron comer la cantidad que desearan, los niños que habían estado con el alimento en frascos cerrados comieron hasta cuatro veces más que aquellos niños que siempre habían tenido acceso a dicha comida. La mejor estrategia es no llevar a casa golosinas poco nutritivas y permitir que el niño tenga libre acceso a los alimentos, para que elija por sí mismo.
8. Servir vegetales “aburridos” Muchos padres dan a sus hijos vegetales hervidos, que a los niños suelen parecerles poco apetitosos. Es una buena estrategia añadirles un poco de mantequilla, aderezos o queso, lo cual mejorará muchísimo el sabor y ayudará a que el niño se aficione a las verduras.
9. Darse por vencidos. Muchos padres se dan por vencidos demasiado pronto. Se ha comprobado que a veces es necesario hacer 10 ó más intentos para que un niño acepte un alimento nuevo. Es importante, también, usar los “Puentes Alimenticios”. Si un niño gusta, por ejemplo, de las habas, es una buena idea seguir con garbanzos, chícharos o alimentos parecidos ya sea en la consistencia, el sabor o, incluso, el color. Poco a poco, se irán expandiendo los gustos alimenticios e, incluso, el niño podría elegir en el supermercado aquellos alimentos que desea consumir.
Muchos padres "pecan" en...
obligar a que el niño coma más de los que puede
premiar un buen comportamiento con golosinas y otros alimentos calóricos.
castigar al niño sin comida por si presenta alguna conducta desfavorable.
festejar cualquier acontecimiento importante de la vida del niño ofreciéndole una "comida basura".
permitir el consumo diario de bollos, bebidas gaseosas y azucaradas.
ofrecer, con frecuencia, platos precocinados por la falta de tiempo.
A tener en cuenta:
Lo más importante de todo es que los padres tomen el asunto con tranquilidad. Unos padres demasiado ansiosos por la comida transmitirán dicha ansiedad al niño que puede desarrollar conductas anormales hacia la alimentación o usar esto para controlar a los padres.
Hacer partícipes a los niños en la cocina y en la elección y manipulación de los alimentos que se van a tomar, es beneficioso, pero no se les puede dar total libertad, pues seguramente elegirían una alimentación poco equilibrada y saludable, les encantan los alimentos muy salados o muy dulces, así que tenemos que darles a elegir entre algunas posibilidades dentro de nuestros planes alimenticios, ya que somos lo que sabemos qué necesitan comer.
Demos una vuelta a nuestra despensa, frigorífico y por supuesto al frutero. Pensemos en la salud de nuestros hijos y no en satisfacer sus caprichos, démosles ejemplo y cuidemos todos nuestra alimentación, la educación alimentaria es una asignatura delegada a los padres.
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